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La Pequeña Hanna
¿Hay lugar para una chica?
Una tarde de verano de 1931 una adolescente de 19 años, Hanna Reitsch, se acercó a la escuela de planeadores de Grunau, a cargo del famoso piloto Wolf Hirst, con el fin de aprender a volar.
El vuelo a vela nació en Alemania y se desarrolló como consecuencia de las limitaciones impuestas a la aviación por el tratado de Versalles al fin de la Primera Guerra Mundial. Las autoridades de las naciones vencedoras permitieron este deporte porque no violaba la letra del tratado, además de parecerles un sustituto inofensivo y divertido del verdadero vuelo a motor. Pagarían muy caro ese error.
Cuando las restricciones para construir y volar aviones desaparecieron, muchos esperaron el fin de vuelo a vela, sin embargo los planeadores siguieron evolucionando y se mantuvo el volovelismo como un deporte relativamente popular.
En los elementales planeadores de aquella época solo existía un puesto, el del alumno. La instrucción de daba en tierra y luego el aprendiz volaba pequeños trechos cerca del suelo para hacerse a los controles mientras era empujado por la ladera de la montaña.
Hanna, de cuerpo pequeñito y de carácter muy agradable, pronto ocupó el primer lugar entre los alumnos y fue invitada aprobar las más avanzadas de las aeronaves de la escuela. Rápidamente batió el record femenino de permanencia en el aire, con más de cinco horas.
Aventura en la montaña
Un poco después, paseando en una soleada mañana por la medieval ciudad de Hirschberg, enclavada entre cerros, Hanna se encontró con Wolf. El joven, muy entusiasmado, la invita a probar la más moderna adquisición del club, el planeador Grunau Baby.
Minutos más tarde, vestida tan solo con una blusa liviana y pollera, Hanna se estaba sentada en los controles de la aeronave mientras es remolcada por Wolf desde un biplano.
Dejemos que ella nos cuente: “me liberé del remolque sintiéndome muy confiada, al hallar ascenso comencé a dar vueltas en circulo, el variometro primero marcaba 1 metro de ascenso por segundo, luego 2 y luego 3, cada momento ascendía mas rápido.
Por arriba mío vi una monstruosa nube negra. Alcancé los mil metros de altura, instantes después los mil doscientos. La nube me tragaba sin poder escapar y me ví sumergida en su negrura… Todavía no tenía miedo. Pero ¿me estaría llevando la nube hacia los picos del monte Riesergenbirge?
Ya tenía mil ochocientos metros y la montaña solo mil setecientos, seguí subiendo y nada pude hacer para evitarlo…la cabina comenzaba a congelarse, la palanca y los pedales también… tres mil cuatrocientos metros, tres mil seiscientos.. para poder ver hacia fuera rompí una parte de la cabina, pero ahora entraba la lluvia y el hielo. Mis manos desnudas se pusieron azules y ya no podía sentirlas. Mi pelo se congelaba. Ya no trataba de forzar los controles y solo confiaba en la estabilidad natural del avión.
Después de largo tiempo de terror comencé a sentirme más liviana. Al mirar hacia arriba en vez de cielo ví la tierra. Automáticamente enderezé el planeador y descendí siguiendo la blanca ladera del monte, donde se deslizaban unos esquiadores. Al costado del hotel había una porción de terreno relativamente llano. Saqué los aerofrenos y aterricé suavemente al lado del restaurante del hotel. Los huéspedes no podían salir de su asombro” 1
En este vuelo Hanna batió, involuntariamente, el record mundial de altura en vuelo sin motor.
Sudamérica, allá vamos
Por esta hazaña fue invitada a la misión que, dirigida por el meteorólogo Walter Giorgii, llevaría los adelantos logrados en el vuelo a vela a Brasil y Argentina.
El 17 de marzo de 1934 llegaron a Buenos Aires Hanna Reitch, Wolf Hirth, Walter Giorgii, Heini Dittmar y Peter Riedel. Traían consigo cinco tipos de planeadores, bautizados como Fafnir, Moazagolt, Cristian, Cóndor y Grunau Baby. De este último dejaron planos a partir de los cuales se fabricaron en Argentina, bajo licencia, más de 200. Muchos de estos aún están en vuelo.
Las acrobacias y “locuras” del grupo electrizaron al país, sacudiendo la modorra de la siesta de los fraudulentos y autoritarios años 30.
Peter Riedel, tras volar 7 horas sobre Buenos Aires y alrededores, aterrizó en la plaza frente a la terminal de trenes de Retiro, a la vista de miles de sorprendidos porteños que regresaban a su casa.
Wolf Hirth realizó en Palomar 74 loopings seguidos, descendiendo un poco mareado.
Hanna, al mando del planeador Christian, realizó vuelos de larga duración que le valieron la Medalla Internacional de Plata.
En aquellos años, la sociedad todavía trataba a la mujer como a un eterno menor, que debía se protegido y controlado. Tal era la pacatería reinante que cuando una dama de la aristocracia, Victoria Ocampo, salió de su casa conduciendo un auto, algo nunca antes visto, el escándalo fue gigantesco.
El efecto que causó en la población ver a la veinteañera Hanna, vistiendo con pantalones y campera de cuero, cruzar los cielos en aviones sin motor, fue inmenso. Numerosas mujeres la imitaron ingresando a las academias de vuelo, aunque varias de estas fueron después cediendo a las presiones familiares y abandonaron.
Los principales objetivos del viaje eran fomentar el vuelo a vela e investigar las condiciones para esta actividad en América del Sur.
Walter Giorgii, considerado con toda justicia un sabio, dio una importante conferencia en la Facultad de Ingeniería, revolucionando el estudio de la meteorología y la aerodinámica.
Regresaría a la Argentina luego de la guerra para radicarse en Mendoza y ejercer la docencia en la Facultad de Cuyo. Fue un hombre muy querido y uno de los más grandes meteorólogos del mundo. Allí diseño numerosos sistemas para combatir el granizo, que causaba enormes destrozos en los viñedos y por consiguiente en la economía de la región.
La misión dejó el país el 13 de abril de 1934 y su influencia en el vuelo deportivo argentino fue tan enorme que aún hoy se siente.
La nueva Alemania, o el viejo despotismo con nuevo rostro.
Regresaron a una Alemania completamente diferente. El sentimiento de fracaso y decadencia había terminado, en su lugar, un pavoroso deseo de venganza, de liberar todas las energías, crecía sin parar. El culpable era el otro y debía ser destruido. El filósofo Martin Heidegger escribió: El Ser acaba de encarnar en la historia.
El control de las escuelas de vuelo pasaba secretamente al Estado para ser solo fachadas del vertiginoso rearme. Discretamente, Göring y Milch creaban la Luftwaffe. En primer lugar, se acabó la investigación aeronáutica amateur o desinteresada y el intercambio de conocimientos con otros países.
Hanna, a pedido de Giorgii, fue a trabajar como piloto de pruebas del instituto de planeadores de Darmstadt, donde trabajó intensamente, arriesgando a diario su vida, en desarrollar nuevos sistemas de frenos en picado, presuntamente para ser usado en planeadores.
En realidad, los generales de Hitler estaban diseñando la táctica del Blitzkrieg, o guerra relámpago, para la cual necesitaban bombarderos de alta precisión, de ataque en picada, a fin de abrir el camino a los tanques y transportes de tropas.
Paradójicamente, el Blitzkrieg, que permitió a este rabioso antisemita conquistar casi toda Europa, fue copiado y aplicado, con mortal precisión, por los generales Israelíes en la llamada Guerra de los Seis Días (1967).
Si bien la doctrina nazi pontificaba que el lugar para la mujer era la casa y la crianza de los hijos, eso nunca fue obstáculo para que Hitler, excepcionalmente, utilizara a mujeres con talentos extraordinarios.
Tal fue el caso de la cineasta Leni Rifenstal, considerada como uno de los mejores directores de cine de todos los tiempos por su película propagandística sobre las olimpiadas de Berlín. Del mismo modo Hanna fue contratado por la Luftwaffe para trabajar en la base de pruebas de Rechlin, al igual que la ingeniera y piloto Melitta Schiller.
Reitsch probó todo tipo de aeronaves, incluso hizo una espectacular demostración pública volando un helicóptero dentro del estadio cubierto de Berlín.
Su trabajo como piloto de pruebas no la alejó de los records. En 1937 cruzó por primera vez los alpes en planeador.
Varias veces se le insinuó que debía afiliarse al Partido Nazi, pero ella se definió apolítica y jamás lo hizo. Pero, figura de propaganda, no pudo evitar dejarse arrastrar por el espíritu de la época, y, con bastante ingenuidad política en su caso, llegó a un grado de fanatismo al final de la guerra que incluso superaba al de sus conciudadanos. En 1941 fue condecorada personalmente por Adolf Hitler con la Cruz de Hierro 2da. clase, tiempo después recibió la de primera clase.2
En 1942 fue piloto de pruebas, conjuntamente con Rudolf Opitz y Heini Dittmar, del avión cohete Messerschmitt 163.
Surgido de la mente del Profesor Lippischt e usando como carburante una mezcla de peroxido de hidrogeno superconcentrado (C stoff) por un lado y alcohol metilico con hidrazina (T stoff) por el otro, era capaz de alcanzar 12.000 metros en 2 minutos a una velocidad máxima de 960 Km. por hora. Nada en el mundo se le podía comparar, pero solo contaba con combustible para cinco minutos, por lo cual debía bajar y aterrizar planeando.
Según nos cuenta el teniente Hans Bott, uno de los oficiales que más lo voló, el motor era inseguro, a veces se detenía inmediatamente después del despegue, o se prendía fuego.
Además, al venir en planeo, existía solo una oportunidad para aterrizar bien debiendo tener mucho cuidado en no quedarse muy alto ni demasiado bajo. Dejando de lado estas cuestiones “era una hermosura para volar”.
A Bott, que conoció a Hanna en esa época, le pareció una “chica simpatiquísima, querida por todos, varias veces solicito que se le permitiera combatir, pero le fue negado. No era especialmente linda, pero nos gustaba su carácter. Cuando cualquier piloto de pruebas hubiera tenido un nudo en el estómago al acomodarse en la cabina del avión cohete, ella se subía al avión cantando”3
El Me 163 despegaba sobre unas ruedas que lanzaba apenas dejaba la tierra y aterrizaba sobre una quilla, a la manera de muchos planeadores.
En el quinto vuelo de Hanna, las ruedas no se soltaron por lo cual inicio un circuito para aterrizar, un poco más alto de lo acostumbrado para compensar la resistencia al avance que ofrecían las mismas. Sin embargo, al encarar la pista, estaba demasiado alta, así que deslizó el aparato (maniobra que se realiza inclinando las alas para un lado y aplicando pedal de timón contrario) para perder altura sin ganar velocidad, pero no pudo enderezarlo y golpeo violentamente la pista, fracturándose la nariz y la cabeza.
Una vez dada de alta del hospital, recuperó el equilibrio afectado, que le provocaba frecuentes mareos, trepando árboles y tejados y pronto fue requerida para resolver un grave problema.
Utilizando un pequeño avión no tripulado, un pulsorreactor, casi una tonelada de explosivo y un simple giróscopo como piloto automático, los “cráneos” de la Luftwaffe, a pedido del Mariscal Milch, habían creado la famosa bomba voladora V1. Pero el primer misil estratégico de la historia caía inexplicablemente a poco de despegar, por lo que se le agregó una muy pequeña cabina a fin que un piloto, de reducido tamaño, pudiera evaluarlo en vuelo.
Ya seis aviadores habían perdido la vida (uno fue un famoso jockey de antes de la guerra) cuando se le pidió a Hanna volarlo.
En la base de pruebas de Pennemunde, donde también se experimentaba con cohetes misilisticos, se preparó la séptima bomba voladora.
Hanna sintió como era comprimida contra el asiento mientras era disparada sobre una larga rampa. Rápidamente descubrió que la falla estaba el timón de dirección, su diseño era defectuoso, así que cortó motor y descendió en veloz planeo hacia las desiertas playas del Báltico, para aterrizar violentamente sobre unos patines especialmente adosados al artefacto.
Veinte años después, este hecho fue tomado por Hollywood como la escena central de una película.4
Esta V1 tripulada dio la idea a varios oficiales, entre ellos a al fanático y capaz comando, Otto Skorzeny, de crear, solicitando la ayuda de Hanna y del jefe de Bombarderos Werner Baumbach, un escuadrón suicida que se estrellara contra los barcos e instalaciones enemigas.
Si bien la bomba V1 original fue diseñada para volar sin piloto, no era precisa y solo podía dirigirse contra blancos enormes, como la ciudad de Londres.
Skorzeny había saltado a la fama al realizar el rescate de Benito Mussolini, detenido por orden del rey de Italia en la cima del monte Gran Sasso. Utilizando grandes planeadores de transporte de tropas (DFS 230) los alemanes atacaron el reducto, liberando al calvo dictador que huyó con Skorzeny en un pequeño avión Fieseler Storch.
El proyecto V1 “kamikaze”, pese a la renuente aprobación inicial de Hitler, no se realizó, en parte por la resistencia de los jefes de la Luftwaffe a las operaciones suicidas. Göring y Milch, e incluso Hitler, consideraban que el piloto debe tener al menos una oportunidad de salvarse.
Este tipo de operaciones son siempre síntoma de desesperación.
Werner Baumbach concentro sus esfuerzos en el mucho mas prometedor campo de las bombas voladoras (o misiles) controlados por radio desde un avión, lo que le valió ser contratado, terminada la guerra, por el General Perón, para desarrollar este sistema para la Argentina.
Vuelo al infierno
A Hanna todavía le faltaba la más peligrosa y polémica de sus misiones, que la colocaría en la escena del más grande drama de todos los tiempos.
A fines de abril de 1945 Hitler estaba encerrado en su bunker bajo la Cancillería, mientras Berlín era rodeado por casi un millón de soldados rusos y bombardeado por 10.000 cañones.
Göring, a salvo en su guarida de los alpes, recibe la información que Hitler había sufrido un colapso nervioso y, temiendo que otro le gane de mano, envía un telegrama a la Cancillería intentando una tibia toma del poder. Con esta actitud agotó el último resto de la larga paciencia que Hitler tuvo con él. Así que lo destituye y ordena al General Robert Ritter Von Greim, entonces en la base de pruebas de Rechlin, que acuda a reunirse con él.
El único Aeropuerto todavía en manos alemanas en el área de Berlín era Gatow, a casi treinta kilómetros del centro.
Von Greim era jefe de personal de la Luftwaffe, un veterano de la 1ra. Guerra e incondicional de Hitler.
Ni joven, ni atractivo, había logrado sin embargo que la chica, a la que parecía que solo le interesaban los aviones, se fijara en él y ya llevaban varios meses de relación sentimental.
Al General se le ocurrió que desde Gatow podía volar en autogiro, un aparato similar de aspecto a un helicóptero del cual Hanna era una experta piloto, y aterrizar en pequeño jardín de la Cancillería o, en su defecto, en la calle.
En la base de Rechlin, la tarde del 26 de abril de 1945, abordaron un caza monoplaza diseñado por Kurt Tank, el Focke Wulf 190.
El piloto fue el Feldweder (sargento) Jünger Bosser, quien conocía bien el camino para sortear los cañones antiaéreos soviéticos, ya que dos días antes llevó al arquitecto y Superministro Albert Speer.
Acomodado en un agujero detrás del piloto viajaba Greim y en un hueco del fuselaje Hanna.
La destrozada Luftwaffe pudo reunir casi treinta cazas para acompañar al FW190. En la ruta fueron atacados por decenas de aviones soviéticos, 7 cazas propios fueron derribados, pero los viajeros llegaron a Gatow con solo unos agujeros en las alas.
El aeropuerto se encontraba en ese momento bajo ataque de la aviación Rusa. Mientras la escolta se trenzaba en lucha, las ruedas del FW190 tocaron tierra.
Como el autogiro fue dañado en un ataque Greim y Hanna tomaron un Fieseler Storch, aparato capaz de aterrizar a solo 29 km/h, para volar al centro de la ciudad.
Jünger Bosser se quedó atrás, sobrevivió a la guerra y se radicó en Bariloche. Su breve participación en la historia mundial había finalizado y solo quería vivir en paz. Años después, el escritor Burnside elaboró una teoría conspirativa, sin aportar ninguna prueba histórica, donde Hitler escapa con vida rescatado por Jünger en un avión Arado y llega a la Argentina en el submarino conducido capitán Scheffer, que se rindió en Mar del Plata a 2 meses de terminada la guerra.
Que algo sea técnicamente posible y que haya pasado realmente no es lo mismo.
Von Greim, alegando que Hanna no tenía experiencia de combate, se hizo cargo de los controles y llevó al Storch a la altura de la copa de los árboles. Ningún pintor renacentista hubiera podido imaginar un infierno más atroz del que se vivía unos pocos metros debajo. Adolescentes de 13 o 14 años armados con Panzerfeust (lanzagranadas antitanque), enfrentaban los blindados T-34 rusos, para ser arrollados por los tanques que no conseguían destruir, mientras grupos de las SS asesinaban a sus propios conciudadanos que intentaban huir de las atrocidades de los soviéticos.
Cazas enemigos surcaban el cielo pero no veían al Storch oculto por el humo de los incendios. Cuando las esquirlas de una explosión alcanzaron el avión, destrozando la pierna de Von Greim, Hanna se hizo cargo de los controles y dirigiendo el aparato hacia la puerta de Brademburgo, en el corazón político de Berlín, aterrizó con precisión en la avenida Charlotenburger, eje este-oeste, alrededor de las 6 y media de la tarde.
Descenso a las tinieblas
Llevados a toda prisa a los restos de la Cancillería, se dispusieron a descender al tenebroso y alucinante mundo que reinaba en el Führerbunker.
Mientras el médico atendía la fea herida del pie de Greim, un encorvado y tembloroso Hitler los visitó. Tras agradecerles haber venido, les explicó que Von Greim remplazaría al “cobarde traidor” de Göring como jefe de la Luftwaffe, con el grado de Mariscal de Campo (fue el último nombrado por Hitler). Con voz muy baja y con los ojos entrecerrados dijo: “en nombre del pueblo alemán, le doy la mano”
Hanna y Von Greim le pidieron permiso, que fue inmediatamente concedido, para quedarse en el Bunker a morir con él.
Un poco mas tarde, Hitler llamó a la joven a su habitación y le dijo: “Hanna, pertenece usted a aquellos que morirán conmigo, cada uno de nosotros tiene una ampolla de veneno como esta- y le entrego dos de color azul conteniendo cianuro- no quiero que ninguno de nosotros caiga vivo en manos de los rusos ni que encuentren nuestros cuerpos. Eva y yo haremos que quemen los nuestros. Usted dirá que método prefiere para destruir el suyo ¿informará por favor de esto a Greim?
Llorando ella le imploró que salve su vida, porque Alemania lo necesitaba, pero él le contestó. ”No, no Hanna, como soldado debo quedarme a cumplir mi propia orden y defender Berlín hasta el final. Mi querida niña, no quise que fuera así. Esperé que Berlín se salvara en los acantilados del Oder y por eso todo lo que teníamos lo movimos para mantener esa posición. Permaneciendo aquí y por mi ejemplo, espero que mis tropas realicen un esfuerzo extraordinario y nos rescaten junto con los tres millones de habitantes...”5
Dentro del Bunker convivían un heterogéneo grupo conformado por el despreciable Martín Bormann, el matrimonio Goebbels, quienes llevaron a sus seis pequeños hijos con la intención de asesinarlos, Hans Baur, el piloto privado de Hitler y eximio esquiador, Ludwing Stumpfegger, el médico personal y el SS Hermann Fegelein, casado con Gretl, la hermana de Eva Braun. Pocas horas después del su matrimonio con Eva, Hitler lo hizo fusilar.6
El capitán Gerhard Boldt, a cargo de mantener actualizados los mapas, recordó la orden dada por su superior, que demuestra no solo el sentido de la dignidad sino también el desprecio que unos muchos oficiales de la Wermarch (ejercito) sentían desde hace un tiempo por sus lideres, “a sido usted designado para servir en el Führerbunker, solo le digo una cosa, cuando esa gente abra las llaves de gas, solo asegúrese de subir a la superficie para morir como un soldado”7
Hanna y Greim ya habían decidido como acabar sus vidas. Morderían la cápsula de cianuro mientras soltaban las anillas de unas granadas.
Pero Hitler cambio su decisión. Enterado de Himmler intentaba, a sus espaldas, negociar la paz con los aliados, ordenó a la pareja escapar de Berlín. Su misión era organizar los escasos aviones que le restaban a la Luftwaffe y acompañar el contraataque del general Wenck, quien buscaba, según Hitler, romper el cerco soviético y liberar la ciudad.
La realidad era muy diferente, Wenck solo podía conducir su ejército maltrecho hacia el oeste para tratar de rendirse a los norteamericanos.
Escondido cerca de la puerta de Brademburgo, se encontraba intacto un pequeño avión biplaza, el Arado 96.
A la 1:30 de la madrugada del 30 de abril, Hanna y el herido Greim salieron del refugio a un Berlín iluminado por las llamas.
Utilizando casi trescientos metros de avenida para la carrera de decolaje, y a los mandos de Hanna, pronto se elevaron para ocultarse inmediatamente en la oscuridad del cielo.
En Plön, sede del efímero gobierno del Almirante Doenitz, nombrado por Hitler su sucesor, Hanna enfurecida enfrentó a Himmler y lo llamó traidor, quien apenas si se molestó en contestarle. De todos modos, tanto Greim como Himmler pronto usarían su boleto de salida de la guerra en forma de cápsulas de cianuro.
Mientras tanto, en el bunker, luego de la muerte del matrimonio Hitler, Magda Goebbels, envenenó a sus seis pequeños hijos antes de matarse con su marido. El médico de Hitler fue quien entregó las ampollas.
Nadie esperaría que Bormann o los SS restantes lo impidieran, pero llama la atención que un hombre bien plantado como Hans Baur, piloto comandante de Lufthansa, hombre de familia y respetado héroe de la 1ra. Guerra no intentara salvar a los niños. Más tendiendo en cuenta que en ese momento su vida, con los soldados soviéticos a 400 metros, valía menos que nada.
Al caer la noche del 30 los sobrevivientes intentaron aprovechar la confusión para huir, según Hans Baur, Bormann fue abatido al cruzar un puente, aunque su cadáver no fue reconocido. El propio Baur, malherido en la pierna, fue tomado prisionero por soldados soviéticos que se sorprendieron de su rango: Coronel general.8 Traud Junge, la secretaria de Hitler, logró pasar el cerco y perderse por los campos.
Yo sé que ahora vendrán caras extrañas
La guerra termino para la capitana honoraria de la Luftwaffe Hanna Reitsch el 9 de mayo de 1945, cuando es tomada prisionera por fuerzas norteamericanas. A la vista del desastre en que se encontraba el mundo, replanteó su adhesión al nacional socialismo.
Cuando fue conducida al interrogatorio, Hanna llevaba varios días sin poder bañarse ni comer. Así creían sus captores que lograrían quebrarla.
El oficial Kohn, del Counter Inteligence Corps (CIC) comía tranquilamente un chocolate. “Mi estómago comenzó a segregar jugos, hubiera querido abalanzarme sobre el chocolate, pero pude controlarme”.9
En realidad no había nada por lo que quebrarse. Hanna respondió clara y sinceramente todas las preguntas. Cuando se planteó la posibilidad que Hitler siguiera con vida y hubiera escapado a la Argentina u otro lugar, ella contestó: “!Hitler esta muerto! El hombre que vi en el bunker no pudo haber sobrevivido, no tenia ninguna razón para vivir y la tragedia es que lo sabia muy bien, lo sabía mejor que nadie”.
Fue clasificada dentro del grupo II (políticamente implicados con el régimen), pero jugó a su favor que ni siquiera era miembro del partido Nazi.
Básicamente se la acusó de colaborar en el desarrollo de armas de terror. En los juicios seguidos a los nazis se prohibió el uso de la defensa llamada “Tu quoque” (tu también), que consiste en atribuir a los acusadores haber hecho lo mismo que están juzgando. Aunque en general es una pésima defensa, porque predispone mal a los acusadores, los aliados querían evitar un debate que en el caso de armas de terror hubiera sido por lo menos incómodo.10
Hanna recuperó su libertad luego de 15 meses de detención. Apenas se lo permitieron volvió a volar en planeador y en el mundial de España de 1952 obtuvo la medalla de plata.
En 1954 viajó nuevamente a la Argentina, esta vez manteniendo un perfil muy bajo y realizo unos vuelos en la Provincia de Córdoba.
En 1959 fue invitada por Nehrú, mano derecha del Mahatma Gandhi y Primer Ministro de la India, donde fundó escuelas de vuelo y compartió con el estadista un largo y hermoso vuelo planeado sobre Nueva Delhi.
En 1961 fue invitada a la Casa Blanca por John y Jacqueline Kennedy, poco después de lograr el record mundial de distancia. De 1962 a 1966 vivió en Ghana, donde promovió su deporte favorito.
Continúo volando hasta el último día de su vida, falleciendo en Frankfurt en 1979.
¿Que fue de la vida de los otros participantes de la misión de vuelo a vela de 1934?
Peter Riedel ingresó como piloto a Lufthansa, tal como era su sueño, aunque se transformó en pesadilla al ver como la aerolínea era rápidamente militarizada por decisión de Hitler. Durante la guerra fue designado agregado aeronáutico en la embajada alemana de Suecia, donde accedió a documentación secreta sobre las matanzas de los nazis. Horrorizado se unió a la resistencia que comenzaba a formarse en las Fuerzas Armadas, pero fue delatado por un amigo y debió huir. Finalizada la guerra trabajó como piloto de TWA y Pan Am, muriendo en 1998.
Wolf Hirth, pese a volar con una pierna de palo, siguió batiendo records y fundó la fábrica de planeadores Schemmp- Hirth, murió en 1959 de un ataque cardíaco mientras realizaba una exigente acrobacia.
La Luftwaffe en Argentina - Capitulo 3
Horacio Rivara vhrivara@copetel.com.ar
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